Tenía tanto dinero ocupando sus manos que no le alcanzaban para hacer otra cosa, entorpecía sus tareas.
Pero tenía dinero en sus manos, ¿no era eso lo importante?
No, bueno si, pero de alguna forma se sentía mal.
Se ve como un gran logro, tener tanto que no te dan las manos para agarrarlo, haber perdido tanto que no te da el cerebro para calcular cuanto.
Esa era la parte que se sentía mal, después de todo el fin justificaba los medios, así que no tenía que importar. Como muchas otras cosas no importaban.
Tragar el amargo veneno y disfrutar. Todo lo que querías, lo podías tener, aunque aun pensaras que no era suficiente, que no iba a alcanzar.
Era todo parte de tu codicia, acapara, gasta, consume, consigue, quema.
Todos tenemos distintos escapes, de los que nos volvemos esclavos.
Ahora tenes las manos libres pero los bolsillos llenos, la conciencia intranquila y el dominio de la codicia en tu mente.
Nunca será suficiente, otra hambre que no se satisface, que crece cada vez mas.
Si podes cargar el peso de tu fortuna, tus cadenas hechas de oro, tu jaula de diamantes. Si podes con TODO eso, también debes poder soportar el dolor del hambre insaciable en tus entrañas.
Ese hambre que nunca se detiene, dentro de la prisión que tu mismo construiste.
Llámalo, Apetito por destrucción.
Propia claro.
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