Siempre haba un, espacio por llenar, algo por saciar,o quizás nunca lo había saciado, solo había tenido la impresión de ello.
Una dama con ganas de comerse el mundo y no a bocanadas, suavemente disfrutándolo. Tomando todo lo que fuera posible del mundo, de sus habitantes, lo que sea para saciarse.
Muchos lo hubieran llamado ambición, la insoportable necesidad que le exigía tener cada vez mas y mas. De exigirse cada vez mas, de llegar cada vez mas lejos.
Ella no creía que fuera ambición, aun que si poseía algo de eso, esta no era su denominación.
Prefería llamarlo Hambre.
El hambre vivía dentro de nosotros todo el tiempo, solo que la de algunos era mas débil, mas fácil de callar, mas parecida a ellos.
SU hambre era voraz, inquietante, poderosa y aun que pesaran que la debilitaría, al contrario, le daba la adrenalina suficiente para mantenerse en movimiento.
Sin el hambre no hubiera sido indagadora, curiosa, audaz. Una parte de sí agradecía ser insaciable pero la otra, a veces pasaba periodos de inanición por no encontrar algo apropiado.
El lado oscuro del jinete era que siempre generaría ese vació, esa inquietud interna.
No puedes matar al hambre, solo llenarla provisoria mente.
El problema es que ahora no había un provisorio, el vació continuaba allí.
Hambre, Tercer jinete del apocalipsis.
Devorador de naciones
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