Corazones, corazones rotos, atravesados, unidos, enlazados, conectados. Corazones.
Variaciones de la misma cosa en fin.
Ahora, es cuando te encuentro; mi sangriento valentín.
Después de un tiempo dándole vueltas al mismo carrusel, llegamos al punto de partida, por el que pasamos, millares de veces. No se vuelve repetitivo, ni cansino, porque cada vez que pasamos por allí, algo es diferente.
El reflejo quizá, la forma de mirarlo.
De mirarnos, de mirarte.
Ahora es cuando sacas tu lado mas romántico y avientas rosas, con espinas por supuesto, a la multitud.
Pero nunca dejas de disparar armas, nadie deja de disparar armas, menos cuando estamos sembrando semillas, cuando entregamos cartas de papel rojo.
No. No, ese tipo de rojo.
Ese otro rojo es consecuencia, de muchos actos anteriores. Este rojo empapelado, simula la pasión de un amor en forma representativa, representativa y vacía que no recae en el romanticismo, si no en alguna vieja idea comercial del pasado.
Casi todo recae en una idea comercial del pasado, que es presente. ¿dirá eso que vivimos en el pasado?
No lo creo, pero seguramente nos alimentamos de el, tenemos nuestras provisiones, medicamentos, abrigos, respaldos, enterrados en el pasado y listos para ser sacados como excusa, en cualquier momento. Otra cosa que muestra la debilidad.
Volviendo al rojo, ese rojo palpitante, vivo, visceral. El rojo de la sangre, que bombea el corazón, el rojo que esta por todas partes y no por estar de moda, si no que recubre nuestro mundo.
Ni todo el papel blanco que los amantes se pudieran regalar, serviría para limpiar el verdadero rojo.
Día de la amistad y el amor ¿no?
Un ojo al mundo y ahí tenemos, no una vez al año.
Siempre, Tu sangriento San Valentín
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